Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz

(Primera de cuatro partes)

 

Los preparativos para las fiestas del Bicentenario se encuentran en la recta final y las dudas y vacíos acerca de diversos acontecimientos en torno a la revolución que debía comenzar el 20 de noviembre de 1910 siguen en el aire. Aunque parezca increíble siguen apareciendo datos y hay que replantear los hechos.

Se ha escrito mucho acerca del tema Porfirio Díaz, incluyendo el magnífico libro de uno de sus descendientes, Carlos Tello Díaz, sobre sus años en el exilio.

El autor de estas líneas tocó de manera indirecta el asunto de la verdadera fortuna en el Personajes del 20 de noviembre de 2008.

Además, entre otros artículos, a partir del 3 de octubre de 1983 publicó en la revista Quehacer Político una investigación, dividida en cuatro entregas sobre “La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz”. Retomémosla:

Todos los biógrafos del ex presidente de México dicen que murió en la miseria y que inclusive Porfirito, su hijo mayor, para sobrevivir no salía del Monte de Piedad, pero, ¿es esto cierto?

Algunos documentos del Archivo Porfirio Díaz desmienten lo anterior, como veremos; en consecuencia, la historia de México necesita escribirse de nuevo, con otro criterio, a la luz de estos datos. No hay necesidad de hacer fantasías, ni de buscar al culpable —causa u origen— de “todos los males”, como el poder omnímodo.

Las cosas son más sencillas. Y más complejas. Al buen entendedor, pocas palabras. La afirmación de que Díaz murió pobre ha servido a algunos para calificarlo como honrado e incorruptible. Pero la verdad es otra, murió dueño de una gran fortuna.

El intestado de Porfirio Díaz

El 18 de marzo de 1920 se presentaron los licenciados Emilio Pimentel y Antonio Pérez Verdía en el Juzgado Quinto de lo Civil a denunciar el intestado de Porfirio Díaz Mori, quien había muerto en París el 2 de julio de 1915.

Representaban a su viuda Carmen Romero Rubio y a sus hijos, Luz Díaz de Rincón Gallardo y Porfirio Díaz Ortega. Le reconocían derechos a su otra hija, Amada Díaz viuda de De la Torre, pero ésta no compareció y quedó fuera del juicio de sucesión.

El inventario de las propiedades que tenía Díaz al morir, según el juicio que nos ocupa, quedó así:

Muebles                         $ 11,849.00

Joyas                            $ 54,245.00

Casa de Cadena 8          $ 400,000.00

Total                              $ 466,094.00

Se “olvidaron” de incluir el famoso billar de ébano, así como pinturas, vajillas, sala de armas y otros inmuebles conocidos, aunque, para el caso, nada de eso tiene importancia al lado de la inmensa riqueza que realmente tenía don Porfirio.

Hubo dos detalles curiosos en el curso del juicio: la adquisición de otras propiedades por $ 365,625.10, cuando “no tenían dinero” para comprarlas y la venta de la casa de Cadena 8 (ubicada en el centro de la Ciudad de México) en 200 mil dólares.

De la repartición no hay datos en los documentos del juicio porque, una vez concluido, continuaron los trámites en una notaría.

Armando I. Santacruz fue comisionado para cuidar los bienes del general Díaz en México, cuando éste partió a Europa en el Ypiranga.

Al regresar Porfirito —como llamaban al hijo mayor— del exilio gracias a un decreto del presidente Lázaro Cárdenas, recibió de Santacruz lo que no se había declarado en el juicio sucesorio.

Aunque se dice que Porfirio Díaz Ortega no tenía “ni para comprarse ropa”, la verdad es diferente. Era dueño de una importante cantidad de acciones de la Mexican Petroleum Co., Ltd.; cobró fuertes sumas de los seguros de vida que su padre tenía contratados en Europa y Estados Unidos —The Mutual Life Insurance Company of New York—; pero lo más importante eran los valores que tenía depositados en la casa Credit Lyonnais de París, que le producían dividendos considerables.

Más de 21 mil acciones y bonos de diversas empresas como la Fábrica de Papel San Rafael, Las Minas de San Rafael y Anexas, El Buen Tono, Canadian Pacific, Las Dos Estrellas, etc.

Una fortuna multimillonaria dividida en varios países: Argentina, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, España, Japón, Brasil, Cuba, Rusia y Francia.

Los dividendos que tal fortuna ha producido a la fecha son del orden de miles de millones de dólares. Si a eso añadimos que no ha sufrido las devaluaciones del peso, por encontrarse fuera de nuestro país, vemos multiplicarse la cantidad.

Con ese dinero se pueden poner y quitar gobiernos.

¿Dónde quedó?

Los valores mencionados no necesitaban ser sujetos de un juicio sucesorio en México porque se encontraban a la disposición de don Porfirio y de doña Carmelita —su esposa— indistintamente.

La explicación que investigadores y gobernantes han dado, hasta hoy, ha sido infantil: Pretenden que la fortuna no existe, pero existe y quien esto escribe tiene en su poder copia de algunos de los reportes que recibía don Porfirio acerca de las ganancias que producían sus acciones. También se encuentran en el Archivo Porfirio Díaz, como se mencionó antes.

Es obvio que un exiliado, cuando muere, ha puesto ya a nombre de sus sucesores sus pertenencias, para evitarles problemas.

¿Qué intereses son los que han difundido una cortina de mentiras?

La clave está en los nombres de quienes rodeaban a la figura principal.

Y en el conocimiento de que el poder, después de la Revolución, quedó en las mismas manos.

Es el poder, detrás del poder.

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