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 Cuarta y última
            parte de
             La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz
             
             Frente al poder político, el poder
            financiero. Uno y otro en simbiosis, para no perder el control.
             Hasta ahora hemos tocado el tema de
            algunas inversiones en México que emanaron del capital de don Porfirio y son
            cuantiosas, pero hará falta analizar las inversiones en el extranjero, todavía
            más grandes. Los socios se extienden por todo el mundo.
             Con la nacionalización de los bancos de
            1982, gran cantidad de capitales emigraron. La venta de los mismos, realizada
            por Salinas de Gortari, formó muchos nuevos ricos. Poco antes de morir, Manuel
            Espinosa Yglesias decía que no había capital ni empresarios tan poderosos en
            México como para sostener las instituciones bancarias y que éstas acabarían en
            manos de la banca extranjera. Sus palabras fueron proféticas.
             Pero, a punto de concluir estas líneas,
            retomemos la historia: Treinta años de autocracia, más otros cuatro a través de
            su socio, Manuel González, como presidente, le dieron a Porfirio Díaz un poder
            absoluto sobre vidas y haciendas.
             Tomaba los terrenos baldíos y los
            federales y los vendía o regalaba a amigos y parientes.
             Ordenaba el asesinato de aquellos que se
            le oponían o le estorbaban, sin miramientos. Su frase, “Mátalos en caliente”,
            trazaba su política social.
             Toda su familia tenía la facilidad de
            firmar para comprar lo que quisiera. Los archivos de la Tesorería contienen una
            cantidad importante de notas, de las más variadas negociaciones, firmadas por
            Carmelita, Porfirito y demás integrantes del clan.
             A Porfirio Díaz Ortega, su hijo, le dio
            concesiones para la construcción de diversas obras: la Escuela Normal de
            Maestros, el manicomio de La Castañeda y muchas más. Se hacía el presupuesto de
            la construcción y se le pagaba por adelantado, después seguía pidiendo cuantas
            veces quería: “para terminar la edificación”, “para mobiliario y equipo”, “para
            gastos extras”, sin dar cuentas a nadie.
             El presidente Porfirio Díaz era también
            un magnífico negociante, socio de los bancos y las empresas de más envergadura.
             Jacobi dirigía el Banco de Londres y
            México y se salvó de quebrar en forma fraudulenta gracias a Díaz, su socio, que
            lo ayudó.
             Comentamos antes sobre los intereses del
            general en el Banco Nacional de México, y también los tenía en el Banco
            Mercantil, en el Banco de Guanajuato, en el de Londres y México mencionado y en
            otros.
             Una idea de las “transacciones” del
            general Díaz nos la da el siguiente ejemplo: para pagar a “Pearson and Son” las
            obras que se les encomendaron en los puertos de Veracruz y Tehuantepec emitió,
            por medio de su secretario de Hacienda, Limantour, 5 series de bonos plata con
            valor de 20 millones de pesos cada una y después las entregó a uno de sus
            bancos, el Nacional de México, al 80% de su valor; el banco colocó los bonos en
            Europa al 94 % de su valor nominal, lo que le dio una ganancia de 14 millones
            de pesos por cada serie: 70 millones en total de aquella época, cuando la
            paridad estaba a 2 pesos por dólar.
             A sus fábricas les daba concesiones
            cuantiosas. A la de Papel San Rafael y Anexas le otorgó la de fabricación de
            papel de rotativa, que le permitía por otra parte controlar las dotaciones a
            periódicos y revistas (el antecedente de la PIPSA).
             A la Fundidora de Hierro y Acero de
            Monterrey le prestó 3 millones de pesos que muchos años después no habían sido
            cobrados.
             A la famosa mina “Las Dos Estrellas”, a
            la de “San Rafael” y a algunas otras en las que tenía intereses
            —inclusive en el exilio, según se desprende de documentos de Credit
            Lyonnais, de París, de los cuales contamos con copias—, les permitía
            adjudicarse sin restricciones y denunciar aquellos lugares con posibilidad de
            extracción de minerales.
             Todos los negocios, lícitos e ilícitos,
            en que hubiera buenas utilidades, tenían participación de Díaz. La lista es
            interminable.
             El origen de la fortuna es obvio: treinta
            y cuatro años de conducir la economía nacional, de disponer del erario, de
            prestar, regalar, invertir, formar empresas y encauzarlas, desplazar
            competidores sin protestas. La protesta era mortal.
             Años antes de la Revolución, Evaristo
            Madero comenzó a ser vigilado por Bernardo Reyes, quien llevaba instrucciones
            de Porfirio Díaz respecto a los poderosos del norte que no se amoldaban a sus
            intereses. Y finalmente, uno de los descendientes de don Evaristo, inició una
            guerra que sacó del poder a don Porfirio; claro, el personaje era Francisco I.
            Madero, conocido durante muchos años como Francisco Indalecio, aunque su
            hermano Raúl insistía en que era Francisco Ignacio; en los últimos años, el
            acta de nacimiento corroboró lo que decía Raúl.
             
             Los
            movimientos en el exilio
             En París, Porfirio Díaz se dedicó a
            manejar las acciones y empresas que tenía en México y en otros países, con más
            tiempo y concentración.
             Diversos personajes operaban como sus
            correos. Cambiaba directivos que no funcionaban. Instruía a sus enviados para
            que solucionaran los problemas.
             Cuando el Banco Nacional de México empezó
            a tener dificultades con el manejo de fondos, en 1912 y 1913, sus directivos
            recibieron a Mister Simon, que procedía de París, para enderezar la nave.
             En la capital de Francia se manejaban la
            gran mayoría de las acciones de negocios y los bonos de la deuda externa
            mexicanos.
             No sólo eso, la correspondencia con
            armeros como Rafael Combaluzier era constante. Éste tenía relación con Porfirio
            y Félix Díaz desde antes del cuartelazo de febrero de 1913. Puso sobre aviso a
            su familia un día antes de que se realizara la traición a Madero.
             Cuando las tropas carrancistas entraron a
            la Ciudad de México, en agosto de 1914, después de haber derrocado a Victoriano
            Huerta, sacaron a Combaluzier y familia de su casa de las calles de Bucareli
            —que le expropiaron— con lo que traían puesto, nada más. Dos meses
            después de estos hechos murió Rafael Combaluzier. El castigo por haber entregado
            armas a la contrarrevolución fue mínimo.
             
             El
            problema final
             Durante años, los herederos de Porfirio
            Díaz siguieron manejando, desde París, las cuantiosas inversiones que dejó el
            general.
             Luz Díaz de Rincón Gallardo, permaneció
            en México y tuvo descendencia. Amada Díaz Saavedra de de la Torre, la otra
            hija, también permaneció en el país, pero no tuvo hijos, cómo los iba a tener
            si estaba casada con Ignacio de la Torre y Mier, el famoso hacendado que fue
            descubierto junto con otros 40 homosexuales armando un jolgorio en una casa de
            la Ciudad de México (ahí nació el uso del “41” para referirse a los
            homosexuales). Lo encarcelaron los zapatistas en Cuautla y en el momento que
            pudo escapó hacia Estados Unidos, donde murió, en el hospital Stern, de Nueva
            York, el 1 de abril de 1918; tenía el ano deshecho, debido a sus costumbres en
            prisión.
             De la Torre y Mier fue también el
            hacendado que prestó dos de sus coches para que trasladaran a Madero y Pino
            Suárez al lugar atrás de la penitenciaría donde los asesinaron.
             Un último comentario sobre De la Torre y Mier:
            aunque hay otras interpretaciones acerca de la creación de Pedro Páramo, por
            Juan Rulfo, De la Torre pudo ser la figura en que se inspiró Rulfo para trazar
            al personaje central de su novela, ya que el hacendado sacó de la cárcel a
            Emiliano Zapata y lo hizo su caballerango, luego se valía de su nombre para
            proteger sus intereses. Emiliano no sólo no le correspondió el favor cuando
            tuvo la oportunidad, sino que lo encarceló en Cuautla.
             Pero volvamos al tema central. El control
            del dinero estaba en París, los que se quedaron en México no tuvieron
            injerencia.
             Doña Carmen Romero Rubio y Castellón
            viuda de Díaz y Porfirio Díaz Ortega con su esposa, María Luisa Raigosa, junto
            con Lila, la hija de estos últimos, regresaron a México gracias a un decreto de
            Lázaro Cárdenas que permitía el regreso de todos los exiliados políticos.
            Genaro Díaz Raigosa —hijo de Porfirito— y su esposa, Marie Therese
            Gatouillat, volvieron antes. De inmediato, se hicieron de gran cantidad de propiedades
            valiosas; en una de ellas, en las Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México
            (Prado Sur 528), vivió con ellos Porfirio Jr., hasta su fallecimiento.
             Los valores seguían depositados en
            Londres, París y Suiza; pero había que aparentar austeridad, la honestidad del expresidente
            estaba en juego. Éstas son las primeras revelaciones sobre la verdadera fortuna
            (remitidas a los artículos publicados antes por el autor de estas líneas y que
            se mencionan en la primera parte de esta serie de cuatro).
             Por lo que se refiere al otro socio
            importante, una parte de la descendencia de Manuel González no parecía, hasta
            hace 40 años, poseer riquezas. Uno de los hijos, Fernando González de Arteaga,
            que permaneció al lado del general Díaz, en París, heredó a su hijo, llamado
            también Manuel González —lingüista, por cierto— y a la esposa de
            éste, Dolores Montesinos, la inmensa hacienda de Chapingo que les fue
            expropiada por el gobierno de Lázaro Cárdenas para construir la Escuela
            Nacional de Agricultura.
             Cobraron más de 900 millones de pesos de
            indemnización; sin embargo, en 1967, la familia González Montesinos vivía en un
            departamento de las calles de Edison, atrás de la Lotería Nacional, luego se
            cambió por el rumbo de Ciudad Satélite. ¿Perdieron el capital o simplemente eligieron
            ese modo de vida, sin ostentar riquezas?
             Uno de los bienes inmuebles de Genaro
            Díaz, ubicado en la esquina de Neva y Paseo de la Reforma, en el Distrito
            Federal, fue valuado el 28 de abril de 1947 por el Departamento del Distrito
            Federal en $287,590.00, de los cuales $261,744.00 eran por el avalúo que
            correspondía a 1,174 metros cuadrados de terreno (a $222.95 el metro cuadrado)
            y $25,846.00 a 780 metros cuadrados de construcción ($33.00 el metro cuadrado).
            Los avalúos oficiales de esa época eran bajísimos.
             En la actualidad esos costos se han
            multiplicado por miles; es decir, una sola de las propiedades de Genaro Díaz Raigosa,
            uno de los hijos de Porfirio Díaz Ortega —el hijo varón de Porfirio Díaz
            Mori— vale miles de millones de pesos. Y hay muchas más.
             A lo largo de las cuatro entregas
            dedicadas a “La Verdadera Fortuna de Porfirio Díaz”, que culminan con ésta,
            hemos mencionado muchos nombres. A los conocidos hay que agregar los de los
            políticos protectores y los de los protegidos, que durante todos estos años han
            sido “amparados” por esa cuantiosa riqueza y a su vez se han enriquecido.
             Algunos comenzaron siendo peones del
            tablero y terminaron coronando reina, presidiendo.
             Romero Rubio viuda de Díaz, Díaz de
            Rincón Gallardo, Díaz de de la Torre, Díaz Ortega, Díaz Raigosa, González de
            Arteaga, Simon, Combaluzier, Jacobi, Pearson, Limantour; Ávila Camacho y Díaz
            Ordaz; Ugarte, De iturbide , Espinosa y Legorreta; Jenkins, O’Farril,
            Azcárraga, Alemán, Alarcón. Son algunos de los apellidos que hemos mencionado
            porque significan algo en nuestra historia.
             No podemos decir que la investigación
            acabó porque, a pesar de que comenzó hace 26 años, queda mucho por develar. La
            luz al final del túnel se ve todavía muy tenue.
             La semilla está colocada. La lista será
            muy larga. El final… no podemos predecir qué ni cómo quedará configurado.
             Pero ésta publicación en cuatro partes aquí termina. | 
