Personajes Alfonso Diez |
* Resurge el caso con la
desclasificación de documentos en EU
* Pero, ¿qué había realmente detrás?
El 10 de enero de 1989, dos días antes de su cumpleaños número 67, “La
Quina”, Joaquín Hernández Galicia, fue aprehendido por el gobierno de Carlos
Salinas de Gortari con un aparatoso lujo de violencia perpetrado por decenas de
elementos de la policía y el ejército en la casa del líder petrolero en Ciudad
Madero, Tamaulipas.
El caso resurge tras la desclasificación que el gobierno de los Estados
Unidos acaba de hacer del testimonio que Fidel Velázquez, el exlíder de la CTM,
dio a un funcionario de la embajada de ese país tras la detención de Hernández
Galicia.
Tal desclasificación se logró gracias a las gestiones de The National
Security Archive y la revista Proceso publica un análisis y resumen del
testimonio en su edición 1658, de este domingo, en la que destaca la
declaración de Velázquez de que la detención del antes poderoso dirigente
petrolero fue una venganza política.
El testimonio recién develado, en realidad no aporta nada nuevo a los
hechos conocidos. Ya era sabido que Salinas de Gortari se cobró las afrentas a
que lo sujetaron tanto La Quina como Salvador Barragán Camacho desde antes de
ser presidente de la República. El enfrentamiento surgió cuando Salinas, como
secretario de Programación y Presupuesto, eliminó el porcentaje del 2% que
recibía el sindicato de los petroleros por cada contrato que firmaba PEMEX y a
esto se sumó el hecho de que Mario Ramón Beteta, director general de la
paraestatal, firmó contrato con una empresa de transporte naviero que no era la
de Barragán y Hernández Galicia.
El 6 de julio de 1988 se llevó al cabo la votación para elegir al nuevo
presidente de la República y La Quina ordenó a los miembros del sindicato votar
por Cuauhtémoc, no por Salinas, lo que determinó su suerte medio año después, a
tan sólo un mes de que este último tomó posesión.
Qué había detrás
La Quina nunca dio su brazo a torcer. Insistió. Se empeñó en medir fuerzas
con el entonces candidato presidencial del tricolor, Carlos Salinas de Gortari
y cavó su propia tumba. Su última jugada se la permitió éste unos días antes de
mandarlo arrestar, en una reunión privada que sostuvieron en la residencia
oficial de Los Pinos.
El distanciamiento que existía entre la organización sindical y el
gobierno era evidente. No podía ocultarse. Desde mucho antes del 4 de octubre
de 1987, fecha en que fue "destapado" Carlos Salinas de Gortari, el
Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana hizo público su
abierto rechazo hacia el entonces Secretario de Programación y Presupuesto.
Salvador Barragán Camacho, José Sosa Martínez, Héctor Valladares,
Fernando Carvajal Servín (a) "La Marrana", Sebastián Guzmán Cabrera,
Juan José García Rodríguez, Carlos Romero Deschamps, Víctor Deschamps
Contreras, Emérico Rodríguez y Onésimo Escobar, eran los nombres de los
incondicionales de La Quina que sobresalían por sus múltiples ataques contra
Salinas de Gortari.
Al comenzar 1988, en Salamanca, Morelia, Ciudad Madero, Ciudad Victoria,
Coatzacoalcos, Minatitlán y Tula, La Quina celebró reuniones constantes con sus
aliados, a quienes conminaba a ampliar su campaña de rechazo hacia el candidato
Carlos Salinas de Gortari.
Incluso, en las mismas juntas de trabajo, Hernández Galicia planteó la
posibilidad de impulsar la campaña de Heberto Castillo Martínez o de Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano.
Durante el primer encuentro entre el aspirante a la Presidencia de la
República por parte del PRI y Joaquín Hernández Galicia, el abanderado priísta
lo apabulló. Fue en la sede del partido oficial, donde dijo que terminaría con
los cacicazgos y caudillismos de todo tipo, sobre todo con aquellos que se enriquecían
a costa del sacrificio de los trabajadores eventuales.
Días más tarde, en Tampico, Salinas de Gortari volvió a repetir la
dosis. Abordó el mismo tema. Y en Salamanca, Guanajuato, La Quina envió a su
representante Salvador Barragán Camacho a enfrentar al candidato priísta. Sin
embargo, a Barragán no supo o no pudo hacerlo. En las instalaciones del PRI, La
Quina le recordó al después presidente que él no había sido el candidato de los
petroleros.
En la primera semana de 1988, los incondicionales de La Quina amenazaron
con abandonar las filas del PRI. Por instrucciones de él, Juan José García
Rodríguez atacó de nueva cuenta la política económica de Miguel de la Madrid.
La Quina, con esto, sabía que podría estar próximo su fin. Incluso entre
sus allegados comentó que iba a ser difícil doblegar los caprichos de Salinas.
Textual: "Por eso se vale de todo tipo de golpes, para tratar de ablandar
al aspirante presidencial".
Desde el mes de julio de 1987, los integrantes del sindicato petrolero,
realizaron mítines en los centros de trabajo para denunciar lo que llamaron
"política económica antipopular".
Luego, el 5 de septiembre de 1987, Fernando Carvajal Servín, del grupo
de La Quina en Salamanca, declaró públicamente persona non grata a Salinas de
Gortari. En una nota publicada por la edición de "El Nacional" en
Guanajuato, lo acusó de "tener mucho que ver en los entorpecimientos que
ha tenido el sector obrero para gestionar actividades laborales”.
El diario norteamericano "USA Today", en su edición del 8 de
enero de 1988, dio cuenta, en la página 4, sección A, de lo que calificaba de
"inusual ataque de Joaquín Hernández Galicia contra Salinas de Gortari”, y
decía que se acusaba al candidato presidencial de no estar preparado para
conducir a la nación.
"Este tipo de críticas es inusual en México, donde el Partido
Revolucionario Institucional ha detentado el poder por 58 años y su candidato
es virtualmente quien alcanza la victoria. Salinas de Gortari, de 39 años de
edad, fue Secretario de Estado bajo el régimen del presidente Miguel de la
Madrid", señalaba la nota del diario estadounidense.
Cuando Miguel de la Madrid
designó a Salinas de Gortari como candidato, La Quina acusó al gobierno federal
de corrupto, además de ser un pésimo administrador, pero ofreció que, aunque no
era su candidato, tenía empeñada su palabra de respaldar a quien resultara
electo, “ yo hago honor a mi palabra".
Reprochó al sistema político mexicano "haber postulado a un hombre
sin carrera política. Un presidente no se hace en un año de campaña, pues en
ese lapso no alcanza a conocer la problemática del país ni a adquirir la
preparación suficiente y necesaria para hacer un buen papel como presidente.
Por más buenas intenciones que tenga para mejorar la situación del país, poco
podrá conseguir".
El discurso de Joaquín Hernández Galicia, en la asamblea sindical del 5
de enero de 1988, fue violento. También lo fueron las declaraciones de Salvador
Barragán Camacho, recién estrenado como secretario general del sindicato, tanto
que Manuel Alonso, entonces vocero de la Presidencia, se dirigió a los
reporteros de la fuente para conseguir una grabación de todo lo que se había
dicho.
Las diferencias entre los líderes petroleros, encabezados por La Quina y
el gobierno de Miguel de la Madrid se ahondaban cada vez más. Los petroleros
decían que la política económica y el Pacto de Solidaridad Económica eran los
principales enemigos de los trabajadores.
Cuando la pugna estaba tomando fuerza, el gobierno canceló los contratos
de obras. El conflicto por la flota petrolera dio lugar a una lucha más abierta
contra el que era entonces director, Mario Ramón Beteta, a quien los líderes
acusan de cuantioso fraude.
Y cuando aparentemente se había restablecido la concordia entre ambas
partes, el presidente Miguel de la Madrid “destapó” a Carlos Salinas de
Gortari, que no era el candidato de Hernández Galicia.
Los abrazos, los discursos "francos", el esfuerzo por
aparentar concordia no pudieron ocultar la guerra declarada. La Quina no dejó
pasar oportunidad para criticar la política económica del gobierno y sus
funcionarios. Terminó su discurso con estas palabras: "Hemos sido
manejados por pura fraseología hace muchos años. Ya es tiempo de marcar
nosotros el camino, como lo marca la Constitución: El estado al servicio del pueblo
y no el pueblo al servicio del Estado".
La franqueza le costó cara, ocho años en prisión. Tiempo después, hace apenas tres años, quiso ser candidato a la presidencia municipal de Ciudad Madero, la ciudad origen de todos sus bienes y de todos sus males, pero no la logró. Sus amigos, socios y prestanombres, como Sergio Bolaños Quesada, también fueron encarcelados. Aunque éste último salió al poco tiempo de prisión, su poderío nunca sería el mismo y hasta el palacio que tenía en Beaver Creek, Colorado, fue rematado para pagar a Hacienda viejas deudas fiscales. |