Alfonso Diez

Cronista de Tlapacoyan

alfonso@codigodiez.mx

Muerte en el escenario

* De la carpa al cine

* Los Panchos en Tlapacoyan

 

Un hombre cae muerto por un balazo para ser enterrado y resucitado horas después. Era parte del show. El espectáculo lo presentaba una compañía de teatro que se llamaba "La Flor Acacia". El escenario era el Cine Nuevo, ubicado en un local de Aurelio Núñez Arroyo sobre la calle Gutiérrez Zamora, a mitad de la cuadra entre Héroes y Ferrer, entre las casas de "La Boba" Núñez y Maximino Melgarejo.

Fue al comenzar los 1940s. Engracia Torres Vázquez dirigía la compañía, "La Flor Acacia", y se arregló con el empresario del cine, Alfonso Diez Cano. Éste era tan joven -había nacido en 1919- que los actores y la directora le empezaron a llamar "El chamaquito".

El espectáculo incluía dos cantantes que después formarían el Trío Los Panchos, Alfredo Bojalil Gil, conocido como "El Güero Gil", y José de Jesús Navarro Moreno -Chucho Navarro-, quienes junto con el hermano de Alfredo, Felipe, que se hacía llamar "El Charro Gil", integraban el trío "El Charro Gil y sus Caporales". Alfredo, por cierto, nació en Teziutlán el 5 de agosto de 1915, pero a los 7 años de edad sus padres se lo llevaron a vivir a Misantla y por esta razón él se consideraba veracruzano; a la fecha, en Misantla afirman erróneamente que "El Güero" nació ahí. Felipe, el hermano de Alfredo, se casó con la cantante Eva Garza y uno de sus hijos es Felipe Gil, el cantante que antes se hacía llamar Fabricio. La hermana de éste, Corina, tuvo un hijo con "El Loco Valdés" que a la fecha se dedica al espectáculo con el nombre de Marcos Valdés. Corina también grabó discos, su mayor éxito fue "Al final". La historia de Alfredo y Chucho juntos es conocida: se unieron a Hernando Avilés y formaron el Trío Los Panchos. La de la familia es larga, incluye a los hermanos Martínez Gil, Carlos y Pablo, sus primos hermanos, y a Chucho Martínez Gil, un cantante famoso de la época que en realidad se llamaba Jesús Bojalil Gil y era hermano de Alfredo y Felipe. Les dedicaremos una crónica en el futuro.

Volvamos entonces al espectáculo que se presentaba en el Cine Nuevo. El que disparaba a "cualquier voluntario" que se ofreciera de entre los espectadores, tenía como nombre artístico Roberto de Nostradamus. El apellido emulaba al del famoso astrólogo francés del siglo XVI, lo que le daba un aire de misterio; su verdadero nombre era Francisco Sánchez y Valadez.

El show se presentaba de dos maneras distintas, alternando funciones: En una, el hombre que enterraban había recibido un disparo de arma de fuego y en la otra, Nostradamus hipnotizaba al voluntario; fue el caso de un tlapacoyense que se llamaba Teódulo Zamora. Una vez "dormido" lo enterraron en la plazuela cercana, como a las 10 de la mañana, y lo desenterraron casi en la noche, para llevarlo al cine-teatro y resucitarlo. El féretro, por cierto, no era clavado, sino atornillado. Nostradamus desatornilló la tapa y ordenó a Teódulo que despertara; éste despertó como atontado, se frotó los ojos y después no podía creer lo que le había pasado.

En el otro caso, Nostradamus disparaba un balazo contra el voluntario, que caía supuestamente muerto; lo ponían entonces en un féretro durante todo el tiempo que duraba la función, con el público expectante y al final Roberto daba un pase mágico al cadáver, que se levantaba recibiendo una ovación de los asombrados espectadores.

Otra parte de la función incluía un acto de telepatía que protagonizaban Engracia y Nostradamus; ella utilizaba una vestimenta que llevó consigo durante las giras que emprendió por toda América y en las que era conocida como "La Flor Azteca" -no Acacia, como era el caso de la compañía.

Pero la función de teatro no era frecuente y en la pantalla se veían películas como Gunga Din, con Cary Grant; Los dos Pilletes, con Narciso Busquets, Leopoldo "Chato" Ortín y Consuelo Frank; y "La carga de los 600 dragones", con Errol Flynn y Olivia de Havilland, de 1936; otras eran mudas en las que, para ambientar con sonido, Alberto Llaguno Peredo se ponía en la nariz unas pinzas de madera y tocaba en el piano las "Pompas ricas", al tiempo que cantaba con la voz gangosa que le daba la nariz apretada: Pompas ricas de colores,
de matices seductores,
del amor las pompas son;
pues deslumbran cuando nacen y al tocarlas se deshacen
como frágil ilusión... En alguna temporada, el empresario fue Policarpo Méndez. El electricista del Cine Nuevo era Alfonso "El mono" Benavides, papá de Jorge, a quien ya dedicamos una crónica.

El cine se quemó alrededor de 1943. Una veladora encendida a la virgen pudo ser la causante. Los niños hurgaban entre las cenizas para rescatar lo que hubiera quedado de la dulcería. Alfonso Diez Cano dejó el negocio y se fue a la Ciudad de México a encontrarse con su destino.

Años antes, un artista de Atzalan se presentaba en el salón de actos de la escuela Morelos, hoy Héroes y hacía representaciones teatrales. Afuera de la escuela, José Mariani Mercanti vendía tortas.

Otra compañía teatral que llegó en varias ocasiones a la población fue la de Guillermina Ortiz -su esposo era un hombre de apellido Pichardini-, quien ponía su carpa por los terrenos de Amador Torres, en la calle Zaragoza, donde estaban los camiones de volteo. En ésta se representaban obras como "Cuando los hijos se van" y "La pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo".

Una representación inolvidable era la de un medio hermano de Jorge que a la fecha vive, Alfonso Benavides, "El panino", que salía de patiño de Narciso Lavoignet, primo o tío, de David Ramírez Lavoignet; Narciso se disfrazaba como Cantinflas y su nombre artístico era Don Chicho. La pareja arrancaba las carcajadas de la concurrencia. Actualmente, Alfonso trabaja como auxiliar en la fábrica de hielo de los Macip. Lavoignet era empleado de Francisco Arámburo Moya.

Este último tuvo tres cines, el ADA, cuyas iniciales eran las del nombre de su esposa, Aurora Desoche de Arámburo, y que estaba ubicado en la calle San Francisco, a unos pasos de Hidalgo, junto al billar que entonces estaba en la esquina que forman ambas. Durante muchos años, ésta fue la única sala cinematográfica en la ciudad, hasta que se construyó el Cine Tlapacoyan, localizado en la calle Héroes hasta hace poco. El tercer cine, ahora utilizado como auditorio, fue el San Francisco, ubicado al final de la calle del mismo nombre. Como si fuera competencia, Federico Valdés puso su propio billar a unos pasos del parque, en el Hotel San Agustín.

Cómo olvidar la carpa de Chanito Estrada, en la que éste cantaba la canción "La Batea", vestido como rumbero; la instalaban en la calle Hidalgo, frente a la iglesia y ahí pudimos escuchar a las Hermanitas Núñez, Miriam y Nelly, cantar "El barquito de madera". Fue al empezar la década de los setentas, cuando la carrera de éstas apenas comenzaba.

Mucho tiempo antes, otras carpas famosas que anduvieron por la región y que podríamos considerar dentro de las que integraban los conocidos como "Cómicos de la legua" fueron la de Juan Navarro, con la primera actriz Guadalupe Vázquez, y la de José Luis Padilla, con Blanca Morones, quien falleció hace poco más de un mes. Blanquita era hija de Guadalupe Vázquez y su carpa se llamaba "Tayita", como el nombre de la mamá de Pepe Padilla. Engracia Torres, mencionada antes, también era hija de Lupita. Para ir de población en población presentando su espectáculo, en una época en que no había los caminos que tenemos ahora, estos artistas tuvieron muchas veces que viajar a caballo para cumplir su función.

El autor de estas líneas, productor de teatro hace años, trajo a Tlapacoyan y a Martínez de la Torre Don Juan Tenorio, con catorce actores en escena; fue a finales de 1965.

Otras fuentes de espectáculos han sido las ferias y los palenques, por las que han desfilado artistas y orquestas famosas, como la de Carlos Tirado y la de Luis Alcaraz, así como Los Babys, Ninel Conde y Pomponio y Kíkaro. Una anécdota curiosa se dio al final de 1991: El que esto escribe dirigía una revista de circulación nacional y tenía, por lo mismo, amistad con diversos artistas. Estela Núñez, la cantante, estaba en el Hotel Plaza, desolada porque el empresario del palenque que la había contratado se había desaparecido. Llovía mucho ese día de finales de 1991. Estelita vio pasar frente al hotel a su amigo, este cronista, lo llamó y lo convirtió en su paño de lágrimas. La cantante y sus acompañantes habían llegado una hora antes en dos automóviles, porque el camión en que venían de la Ciudad de México se les descompuso en Perote. El palenque se había suspendido por la lluvia. Ella casi no traía dinero en efectivo y hubo que ayudarla para que se regresara. Días después resultó que el cheque que había recibido como adelanto de su paga no tenía fondos y el palenquero nunca apareció para liquidarle. La experiencia se repite con frecuencia entre los cantantes.

Marco Antonio Muñiz, ahora casi retirado, estuvo en Tlapacoyan a mediados de los sesentas. Cantó en el cine con este nombre. Lo trajo un representante de artistas para que diera una función a beneficio de una escuela. Este representante era también quien manejaba la carrera como cantante de Manolo Mundo -Manuel Domínguez Arámburo-, gran amigo de este cronista. Virginia, hermana de Manolo, manejó también la carrera de éste, como lo hizo de igual forma con un dueto que se llamaba Dominó y que se llegó a presentar en Tlapacoyan. Cuando Manolo murió, en la Ciudad de México, estuvimos en los servicios fúnebres que se realizaron en la capital del país -mientras se le trasladaba a su población natal- familiares y amigos, entre estos Ramón Herrera, quien también falleció hace poco.

Enrique Oliver y Enrique Servín organizaban un circo por allá de principios de los treintas, en el que hacían de trapecistas, payasos, tamborileros. Por la misma época, afuera de la panadería y la tienda que tenían Roberto González y su esposa, María Cabañas, en la calle Gutiérrez Zamora, entre Héroes e Hidalgo, se ponían a cantar dos personas que interpretaban corridos y además vendían la hojita impresa con la letra de los mismos en un peso cada una.

No podemos dejar fuera caravanas de artistas como la de la Cervecería Corona y al empresario de éstas, Guillermo Vallejo, "Vallejito". Se organizaban de tal manera que tocaban tres ó cuatro ciudades el mismo día, que podían ser Teziutlán, Tlapacoyan, Martínez de la Torre y San Rafael. Cantantes muy famosos que en cuanto terminaban su participación eran trasladados a la siguiente localidad; así que se necesitaban varios vehículos para poder realizar las maniobras. Se hizo una película en 1965 con este tema, "Especialista en chamacas", con Enrique Guzmán, quien hace el papel de un médico en un pequeño pueblo al que descubren como cantante y lo incorporan a la caravana para suplir a uno de los artistas. Tin Tan interpreta al famoso Vallejito y otros protagonistas son Javier Solís y Diana Mariscal.

Cuando volteamos la mirada al pasado nos encontramos con historias que sucedieron en nuestra población y no imaginábamos. Al profundizar en la vida del artista, recordamos a aquél paciente al que, para sacarlo de la depresión, le recetan ir al teatro a ver al famoso actor David Garrick -quien con su gracia artística arranca las carcajadas de todos los espectadores- y el decaído responde al médico: Así, dijo el enfermo, no me curo; ¡Yo soy Garrick! cambiadme la receta.

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