Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Desde un punto lejano del universo

* Siete escenarios, varias preguntas y las palabras finales

 

Muchos niegan la existencia de algún Dios, otros lo veneran bajo diversos nombres agrupados en decenas de religiones, pero exista o no, especular alrededor de la idea es apasionante.

Lo mismo sucede en el caso concreto de las religiones que afirman que hace dos siglos un hijo de Dios llamado Jesucristo murió crucificado, pero resucitó tres días después para irse con su padre.

En el Nuevo Testamento, Mateo, uno de los evangelistas, afirma que Jesús aseguró a sus discípulos que regresaría antes de que ellos murieran, pero todos fallecieron y él no regresó.

Pasaron ya cerca de dos mil años y el hijo de Dios no ha vuelto.

¿Lo hará algún día?

Esta historia no intenta caer en las discusiones acerca de este punto, simplemente se sumerge en ese supuesto: Jesucristo vuelve a la Tierra.

Pero, ¿Cuál es el escenario de su llegada? ¿Qué país escogería para el regreso?

1.- No sería Jerusalén por diversas razones: su paso por este mundo terminó en el Gólgota, ubicado a las afueras de esta ciudad; pero además, ya le dio 33 años de su vida a los habitantes de Palestina y la humanidad se merecería su internacionalización porque sus discípulos se encuentran ahora por todo el mundo. Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos (INRI), reza el pequeño trozo de madera que colocaron en lo alto de la cruz a la que lo clavaron y sus actuales seguidores quisieran que dijera: Jesús, Rey de todos los seres humanos. ¿Por qué rey y no dios? Porque Dios, asegura la Biblia, libro sagrado de varias religiones, es su padre, creador de todas las cosas, del universo, de la Tierra en consecuencia, del hombre y la mujer y del mismo Jesucristo, al que procreó por medio de la esposa de José, María, con la intermediación del Espíritu Santo, que se convirtió en paloma para sembrarle la semilla del que nueve meses después nacería como el hijo de Dios. De cualquier manera, los judíos no aceptan el Nuevo Testamento, ni la existencia de Jesucristo por lo mismo, además dicen que el pueblo de Israel es el elegido de Dios; es entonces el momento de que los pongan en su lugar.

2.- ¿A Estados Unidos, el país más poderoso? ¿Washington, la capital? ¿Los Ángeles? Por cierto, ésta es la segunda ciudad con más mexicanos, después de la Ciudad de México; además, de llegar aquí mataría dos pájaros de un tiro porque lo recibirían estadounidenses por millones, pero también mexicanos en cantidades parecidas. ¿Nueva York, Manhattan? Podría pensarse que alguna de estas ciudades sería la ideal para que bajara a la Tierra, pero, por otro lado, otros pueblos podrían sentirse discriminados si llegara con los más poderosos.

3.- ¿Algún lugar en África, el llamado continente negro? Podría ser, porque además daría una palmada en la espalda a los que siempre se han quejado de que tanto Cristo como los ángeles son blancos, como Porfirio Barba Jacob. ¿Pero cuál? Desde luego, tendría que ser uno con población abundante, no iba a ir a la selva, en la que predominan los animales, aunque estos también son criaturas del Señor. Pero Jesucristo es el hijo de Dios hecho hombre, murió para redimir a la humanidad y regresaría para estar con sus semejantes. ¿Marruecos? ¿Sudáfrica? ¿Egipto? El primero y el segundo han estado envueltos durante siglos en guerras internas que no los hacen merecedores y el tercero forma parte del grupo de naciones que viven en pelea constante con sus hermanos, los israelitas; entonces, si la decisión fue que no llegara a Israel, ir a alguno de los países árabes sería tanto como darle una bofetada a los descendientes de su propio pueblo, aunque se justificara porque fueron los que lo crucificaron; pero la idea es que la vuelta de Cristo a la Tierra sea en una misión de paz, no para provocar problemas.

4.- China, las dos Coreas y en general los países asiáticos están también envueltos en luchas internas y externas sin fin: las represiones en China, la guerra, a punto de desatarse de nuevo entre Corea del norte y la del sur; Vietnam, que salió de la lucha con Francia para que luego lo invadiera Estados Unidos está metido de lleno en la reconstrucción (más bien en la construcción, no se puede reconstruir lo que no se ha construido). Japón, por su parte, atacó Pearl Harbor a traición. En general, por lo visto, no es en Asia donde hay que buscar.

5.- Oceanía está del otro lado del mundo. La llegada de Jesús a ese lugar sería poco representativa. Aunque Australia tiene ciudades atractivas, se están poblando, solicitan pobladores; así que tampoco es por ahí.

Quedan solamente Europa y América Latina.

6.- En Europa, entre países imperialistas y aquellos que no lo son, España es el punto medio y sería un buen punto de llegada; los latinoamericanos llevan sangre española y Portugal, por ejemplo, también fue parte de esa nación. Francia, Inglaterra, Alemania… quedan excluidos por alguna de las razones enumeradas antes y más. Así que tenemos un candidato: España.

7.- Las razones que le dan a España la calidad de candidato, son las mismas que sirven para escoger al de América Latina. Basta con responder a la pregunta: ¿Cuál fue la nación más representativa de la nación española en el Nuevo Mundo? Y La respuesta es: aquélla que inclusive se llamaba Nueva España: México. Centroamérica fue parte de esta nación y una gran parte del territorio de los actuales Estados Unidos perteneció también a México.

No le demos más vueltas al asunto, los candidatos son España y México.

Pues entonces no hay vuelta de hoja; en virtud de que el autor de estas líneas nació en el segundo, queda éste seleccionado. Si Jesucristo viniera en este 2010, tal vez una buena fecha sería el 12 de diciembre, día de la Virgen de Santa María de Guadalupe; pero, momento, la Virgen de Santa María de Guadalupe es la que se venera en Extremadura, España, la tierra del conquistador de los pueblos que habitaban lo que ahora es México, Hernán Cortés, así que la fecha sería doblemente atractiva porque la veneración también es por partida doble.

Hasta aquí las especulaciones, porque la continuación parecería fácil, pero no lo es. Cualquier escenario que se plantee parece de telenovela. Ni siquiera me animé a publicar el texto de los posibles.

Surgen entonces varias preguntas:

Partimos de que Jesucristo vuelve a la Tierra físicamente y aquí está el primer problema: ¿De dónde viene?: De algún lugar en cualquier punto del universo en el que se encuentra junto a su padre y tal vez al Espíritu Santo, un lugar muy lejano porque de otra manera ya lo habríamos visto por medio de alguno de nuestros telescopios.

Dado que se trata del hijo de Dios, debemos suponer que para llegar a nuestro planeta le basta con desearlo y desde el lugar en que se encuentra se trasladaría de inmediato.

¿Cómo aparecería ante nosotros? ¿Se presentaría de repente ante una gran multitud? ¿Durante un espectáculo masivo? ¿En algo parecido a la final del campeonato mundial de futbol que se llevó al cabo en Sudáfrica, por ejemplo?

Suena demasiado telenovelesco.

Su intención, al regresar, sería dar un mensaje a todos los seres humanos, un mensaje de paz, de armonía, de felicidad, de trabajo, de los mejores valores que pudiéramos tener; y al mismo tiempo una advertencia: De seguir como vamos, la especie humana va hacia su destrucción. En cualquier momento puede estallar una bomba nuclear que, seguida de otras en respuesta, acabaría con el planeta.

El mensaje y la advertencia han sido hechos por diferentes personalidades en todos los idiomas, pero no hemos entendido, sigue imperando la violencia sobre la razón y no se ha hecho lo posible, a nivel masivo, para que el genero humano se supere.

Así que su regreso podría ser la última llamada de atención.

Pero, si ya estuvo entre nosotros hace dos mil años y permitió que lo crucificaran como sacrificio para que sus semejantes tuvieran otra oportunidad ante el que los creó, su padre, ¿Quién le garantiza que no le volvería a suceder lo mismo?

¿Impediría la civilización otro asesinato? Tanto se ha señalado el primero como la mayor injusticia que podríamos confiar en que sí.

Muchos esperan el regreso, otros no. Tendría que venir acompañado de alguna prueba para los no creyentes.

Cualquier milagro sería tachado de truco por los incrédulos. Pero no sucedería lo mismo si hiciera algo que sólo un ser superior, sobrenatural, pudiera hacer, como dejar la Tierra a oscuras durante varios días, por ejemplo.

Algo así tendría buenos resultados. Imaginemos el escenario: La Tierra se oscurece durante tres o más días con todas las consecuencias que esto acarrea. La humanidad se pregunta: ¿Qué está sucediendo? ¿Es el fin? Poco a poco y cada vez de parte de mayor número de personas las promesas de cambiar si todo vuelve a la normalidad irían apareciendo.

En cierto momento, hasta el más escéptico tendría miedo y prometería enmendar sus errores. No necesariamente se requiere que todos expresen alguna voluntad de creer en ese ser superior, porque al tratarse de alguien tan superior no necesita de demostraciones de fe ni nada por el estilo. Las amenazas de que “si no crees te vas a condenar” son lanzadas por seres humanos que buscan seguidores, no por seres superiores.

Pero partimos del supuesto de que cuando Jesucristo y su padre ven el rumbo que lleva la humanidad deciden espantarla para hacerle saber que la pueden desaparecer si sigue así o, mejor dicho, que sola, sin que ellos intervengan, la humanidad camina hacia su propia destrucción.

Decíamos antes, el mensaje y la advertencia ya los conoce nuestra especie. La historia está plagada de acciones positivas, pero también de lo negativo que nos lleva hacia la destrucción.

¿Y los niños? ¿Qué culpa tienen de lo que han hecho sus padres? Son los que merecen la oportunidad. Pero cómo extirparles esa semilla de maldad a los que ya la llevan como forma cotidiana de vida.

Ese es el mensaje: Hagamos lo posible por labrar un mejor futuro para las nuevas generaciones, inculcándoles los valores positivos y formándoles el imperativo de rechazar y no adoptar los negativos. Así de simple.

Habrá quienes no puedan, ni sepan, ni quieran hacerlo, pero los que estamos concientes de esta necesidad somos los que reflexionamos y tal vez si sembramos esa semilla en los que nos rodean logremos algo a futuro.

Es sólo un deseo pero, ¿Qué otra cosa tenemos?

Vistas las cosas de esta manera resulta evidente que lo que Jesucristo nos tenía que decir con su regreso es algo que nos acompaña como parte de nuestra memoria desde siempre y la naturaleza, la realidad, el devenir histórico nos lo repiten constantemente, todos los días, a cada instante.

Ni el creyente, ni el que no lo es necesitan la presencia física de ningún ser superior para percatarse de que el rumbo de la humanidad está torcido. Y que hay que corregirlo porque puede llevar al planeta a la deriva.

Pero es el nuestro, el único que tenemos y no podemos cifrar nuestro futuro en la esperanza de que venga alguien de fuera a solucionarnos los problemas.

¿Hay un Dios? ¿Estuvo en la Tierra un hijo de él hace poco más de dos mil años? ¿Es cierto lo que dice el Viejo Testamento? ¿Y el Nuevo?

La religión, las diferentes Iglesias dicen que la respuesta a las preguntas anteriores es positiva. La ciencia dice que no hay un Dios y en consecuencia no tuvo un hijo en la Tierra y califica de mitología a la Biblia.

La discusión entre unos y otros es muy antigua. Conforme pasan los años y la humanidad evoluciona aumentan los conocimientos. Escudriñamos el espacio, viajamos a la luna, se preparan otros viajes y entendemos mejor nuestro universo.

Cada vez somos más racionales y menos creyentes, aceptamos lo que se puede demostrar y rechazamos lo que puede sonar a fantasía.

Pero seguimos soñando.

“Sólo se vive dos veces, en la vida real y en los sueños”, decía el novelista, pero estos en realidad son determinados por la primera.

Así que, no importa quién dijo las palabras finales de esta historia, ni quién las puso por escrito; qué más da cuál filósofo, poeta o pensador de la antigüedad tuvo la inspiración para expresarlas, pero nos dan la conclusión necesaria, y qué hermosas son:

¡Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad!

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