Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

La tragedia de la Última Cena

Leonardo di ser Piero da Vinci es, a la fecha, uno de los artistas más admirados. Veinte años después de su muerte, que ocurrió el 2 de mayo de 1519 en el castillo de Clos-Lucé, en Turena, Francia, cuando tenía 67 años de edad, su mecenas, Francisco I, rey de Francia, le dijo al escultor Benvenuto Cellini que nunca hubo otro hombre en el mundo que supiera tanto como Leonardo y no tanto de pintura, escultura y arquitectura como de filosofía.

Dice la tradición que murió precisamente en los brazos de este rey. La creencia parte del epígrafe redactado por Giorgio Vasari: “Leonardo Da Vinci, ¿Qué más se puede decir? Su genio divino y su mano divina le merecieron expirar sobre el pecho de un rey. La virtud y la fortuna velan, premio a los grandes gastos, en este monumento que le corresponde”.

Nació en la República de Florencia, actual Italia, el 15 de abril de 1452, en Anchiano, Toscana. Y a lo largo de su vida demostró su genio en todas las disciplinas. Fue inventor, un gran arquitecto, escultor y pintor.

El Código Da Vinci, de Dan Brown, lo trajo de vuelta a la fama.

La Gioconda, o La Mona Lisa, que permanece a la fecha en el Museo del Louvre, la pintó entre 1503 y 1506. La modelo fue probablemente Lisa Gherardini, esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo.

Dibujó “El Hombre de Vitruvio” en uno de sus diarios en 1492 y se basó para esto en los textos de arquitectura de Vitruvio, arquitecto de la antigua Roma. El dibujo es una aportación tan importante que lo veremos en detalle al final de este “Personajes”, después de la historia principal que veremos a continuación.

 

La Última Cena

Comenzó a pintar La Última Cena en 1494 y acerca del año en que la terminó hay varias leyendas. Algunas parten de los relatos de Matteo Bandello y Giambattista Giraldi… Y de otros.

Una de esas historias afirma que Leonardo se llevó en realidad más años en la elaboración de la famosa pintura que las que señalan 1498 como el año en que la terminó, entre otras razones por el empeño que puso para retratar las expresiones de los personajes que la formaban.

Para pintar la cara de Jesús necesitaba un modelo que reflejara bondad, pureza y nobles sentimientos. Finalmente encontró el modelo ideal en un joven con una extraordinaria belleza varonil que vivía cerca del Convento de Santa María delle Grazie, en uno de cuyos muros realizó la obra. Fue el primero que pintó.

Con once de los apóstoles no tuvo gran problema.

Pero el verdadero trabajo comenzó cuando buscaba al modelo ideal para representar a Judas Iscariote, tenía que ser un hombre con cara de despiadado, traidor y avaro.

Pasó mucho tiempo y un día le hablaron a Leonardo de un criminal preso en la cárcel de la región que cumplía con todos los requisitos. El artista fue a verlo y quedó maravillado: era el Judas Iscariote con el que había soñado.

Habló con el director del penal y le solicitó que le prestara al recluso para tomarlo como modelo en el convento, era obvio que no podía llevar el muro en el que plasmaba la pintura hasta la cárcel.

Dada la fama de Da Vinci, el director accedió y le mandó al criminal resguardado por dos carceleros.

El maestro indicó al modelo cómo debía posar y éste se mantuvo en la misma posición durante todas las sesiones, imperturbable, distante, sin mostrar emoción alguna.

Pasaban los días y no había diálogo entre modelo y artista.

Cuando Leonardo terminó la pintura se la mostró al condenado, quien cayó de rodillas de la impresión, se llevó las manos a la cara y se soltó llorando.

Da Vinci se sorprendió con esa actitud y le preguntó al reo que porqué reaccionaba de esa manera. Éste le respondió: “Maestro, ¿No se acuerda usted de mí? Y Leonardo, gran observador que además llevaba varios días pintando ese rostro, le dijo al hombre que estaba bañado en lágrimas: “No, no te conozco. Nunca antes te había visto”.

El hombre, todavía en el piso y sin saber a quién pedir perdón, ni de qué, le dijo entonces al florentino: “Maestro, yo soy aquel joven que usted escogió hace 20 años para representar a Jesús en este mismo cuadro”.

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De la historia anterior, podríamos reflexionar acerca de la belleza interior y la exterior.

El caso recuerda al de Dorian Gray.

Leonardo no pudo tardar 20 años pintando La Última Cena. Lo más creíble es que efectivamente la haya elaborado entre 1494 y 1498. De ser real la historia anterior, el modelo en el que se basó para pintar a Jesús y a Judas Iscariote tuvo un cambio brutal en su fisonomía en sólo 4 años.

Por otra parte, la cara de Judas no se aprecia lo suficiente como para que fuera necesario conseguir a alguien que se viera como despiadado, traidor y avaro.

Otra característica que debemos resaltar es que Juan pareciera ser efectivamente una mujer, María Magdalena en este caso.

Robert Ambelain en su libro, "Jesús o el secreto mortal de los templarios" plantea la posibilidad de que Juan fuera homosexual, aunque afirma que él no asume esa posición, y cuando recuerda el pasaje en que Juan recarga su cabeza sobre el pecho de Jesús, como lo hacían las esposas, sugiere que se pudo deber a que fuera el hermano menor de Jesús. Nunca llega a la teoría del "Enigma Sagrado" y/o del "Código Da Vinci" de que en realidad era una mujer, esposa de Jesús, María Magdalena.

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En seguida, 2 anexos: 1.- La disposición de los apostoles durante La Última Cena y 2.- El Hombre de Vitruvio.

Anexo 1

 

Anexo 2.- El Hombre de Vitruvio

Aquí vale la pena detenernos un poco para recurrir a la Wikipedia: De acuerdo con las notas del propio Leonardo, en el Hombre de Vitruvio se dan estas relaciones:

  Una palma equivale al ancho de cuatro dedos.

  Un pie equivale al ancho de cuatro palmas (12 pulgadas).

  Un antebrazo equivale al ancho de seis palmas.

  La altura de un hombre son cuatro antebrazos (24 palmas).

  Un paso es igual a un antebrazo.

  La longitud de los brazos extendidos (envergadura) de un hombre es igual a su altura.

  La distancia entre el nacimiento del pelo y la barbilla es un décimo de la altura de un hombre.

  La altura de la cabeza hasta la barbilla es un octavo de la altura de un hombre.

  La distancia entre el nacimiento del pelo a la parte superior del pecho es un séptimo de la altura de un hombre.

  La altura de la cabeza hasta el final de las costillas es un cuarto de la altura de un hombre.

  La anchura máxima de los hombros es un cuarto de la altura de un hombre.

  La distancia del codo al extremo de la mano es un quinto de la altura de un hombre.

  La distancia del codo a la axila es un octavo de la altura de un hombre.

  La longitud de la mano es un décimo de la altura de un hombre.

  La distancia de la barbilla a la nariz es un tercio de la longitud de la cara.

  La distancia entre el nacimiento del pelo y las cejas es un tercio de la longitud de la cara.

  La altura de la oreja es un tercio de la longitud de la cara.

  La distancia desde la planta del pie hasta debajo de la rodilla es la cuarta parte del hombre.

  La distancia desde debajo de la rodilla hasta el inicio de los genitales es la cuarta parte del hombre.

  El inicio de los genitales marca la mitad de la altura del hombre.

El redescubrimiento de las proporciones matemáticas del cuerpo humano en el siglo XV por Leonardo y otros autores, está considerado como uno de los grandes logros del Renacimiento.

El dibujo también es a menudo considerado como un símbolo de la simetría básica del cuerpo humano y, por extensión, del universo en su conjunto.

Examinando el dibujo puede notarse que la combinación de las posiciones de los brazos y piernas crea realmente dieciséis (16) posiciones distintas. La posición con los brazos en cruz y los pies juntos se ve inscrita en el cuadrado sobreimpreso. Por otra parte, la posición superior de los brazos y las dos de las piernas se ve inscrita en el círculo sobreimpreso. Esto ilustra el principio de que en el cambio entre las dos posiciones, el centro aparente de la figura parece moverse, pero en realidad el ombligo de la figura, que es el centro de gravedad verdadero, permanece inmóvil.

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