Personajes

Alfonso Diez

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Porqué escriben los novelistas

La revista “El País semanal”, editada por el diario español “El País”, publica en su edición No. 1,788 la respuesta de 50 escritores (novelistas) a la pregunta de ¿Por qué escribo?

Las respuestas no parecieran haber sido hechas por personas que imaginan, inventan, reflexionan de manera sistemática. Algunas son decepcionantes. Tanto que no hemos podido resistir a la tentación de comentarlas.

A continuación, los escritores, sus respuestas y nuestro comentario:

Héctor Abad Faciolince: “Por un ameno vicio solitario”. Describe el acto, pero no responde a la pregunta.

John Banville: “Escribo porque no sé escribir”. Se tira al suelo para que lo levanten.

Felipe Benítez Reyes: “No sé porqué escribo, ni tampoco tengo demasiado interés en saberlo”. Apático, desinteresado, irreflexivo.

John Boyne: “Porque siempre quiero saber qué ocurrirá a continuación”. No supo armar la respuesta.

José Manuel Caballero Bonald: “Empecé a escribir porque quería parecerme a Espronceda… Luego, con los años, la afición por la lectura me fue activando una discontinua dedicación a la escritura”. De acuerdo, por eso empezó y luego continuó pero ¿por qué escribe? No respondió en realidad.

Andrea Camilleri: “Porque siempre es mejor que descargar cajas en el mercado central… Porque me gusta contar historias”. En la primera parte nos dice solamente qué es peor que escribir y en la segunda que le gusta contar historias, o sea, que le gusta escribir, pero ¿por qué?

Luisa Castro: “La escritura para mí es una rendición”. ¿Y por qué escribe? ¿Es masoquista?

Lucía Etxebarria: “Para que me quieran más como Bryce Echenique”. ¿Por qué no quiere que la quieran como Lucía?

Umberto Eco: “Porque me gusta”. Le gusta escribir, de acuerdo, pero deja la pregunta sin responder, ¿Por qué?

Ken Follet: “Escribir me apasiona”. Lo mismo que el anterior, ¿Por qué?

Carlos Fuentes: “¿Por qué respiro?”. Fuentes nos dice con esta respuesta, que a su vez es otra pregunta, que para él escribir es como respirar, algo natural, no le cuesta trabajo, pero no responde a la pregunta, ¿Por qué escribe?

Almudena Grandes: “Porque siento una necesidad insuperable de escribir”. ¿Y por qué siente esa necesidad? La pregunta sigue sin ser respondida.

Mark Haddon: “Porque no puedo hacer otra cosa”. Poca imaginación.

Gonzalo Hidalgo Bayal: “Por afición, por aflicción”. Se aficionó a escribir y esto le aflige, pero ¿por qué?

Fernando Iwasaki: “Escribo porque leo”. Ni siquiera merece un comentario.

Use Lahoz: “Porque adoro las sorpresas y vivir con intensidad”. Esa respuesta igual hubiera encajado a la pregunta de ¿por qué le gusta el cine? o ¿por qué le gusta leer?

Donna Leon: “Para ver si podía hacerlo”. ¿Y pudo? Pero, otra vez, ¿Por qué escribe?

Elvira Lindo: “No sé hacer otra cosa, no sabría vivir de otra manera”. Evade en negativo y no responde.

Alberto Manguel: “Porque no sé bailar el tango”. Y no sabe hacer muchas otras cosas pero, ¿por qué escribe?

Javier Marías: “Escribo para no tener jefe”. Conflicto con la autoridad y en consecuencia con la figura paterna.

Luisgé Martin: “Porque puede que así comprenda la razón por la que estoy tan, tan enfadado con ustedes, con todo el mundo”. Para eso lo que necesita es un psicoanalista.

Luis Mateo Diez: “Para disimular la incapacidad de hacer cualquier otra cosa”. Inseguro.

Eduardo Mendicutti: “Para inventarme inventando historias… para que me lean”. ¿Y si no se inventa, no escribe? Equivale a decir: Escribo para escribir.

Eduardo Mendoza: “Sinceramente, no lo sé”. Al menos es honesto.

Ricardo Menéndez Salmón: “Escribo por insatisfacción”. ¿Rebelde, o es otro caso para el diván?

Juan José Millás: “Escribo por las misma razones que leo, porque no me encuentro bien”. O sea.

Rosa Montero: “Para intentar otorgar al Mal y al dolor un sentido que en realidad sé que no tienen”. Esquizoparanoide.

Luis Muñoz: “Porque escribir es el modo más fiable que conozco para distinguir lo que importa”. No lo supo concretar.

Antonio Muñoz Molina: “En el fondo es un vicio”. ¿Y por qué lo tiene?

Julia Navarro: “Es una oportunidad de viajar al mundo de los sueños y de la imaginación”. Para eso no necesita escribir, ¿por qué lo hace?

Andrés Neuman: “Porque de niño sentí que la escritura era una forma de curiosidad e ignorancia”. Pero eso fue de niño. ¿Quiere entonces regresar a su infancia, o ser simplemente ignorante?

Amélie Nothomb: “Yo no lo elegí (escribir)”. ¿Quién lo eligió por ella?

Arturo Pérez-Reverte: “Escribo porque hace 25 años que soy novelista profesional y vivo de esto. Es mi trabajo”. Eso nos dice porqué comenzó a escribir, pero no responde a la simple pregunta: ¿Por qué escribe?

Nélida Piñón: “Para ganar un salvoconducto con el que deambular por el laberinto humano”. Una forma rebuscada de decirlo.

Álvaro Pombo: “Es un intento de expresar el ser, el Dios, en la claridad del ser-ahí que era yo en aquel entonces, al borde de la nada”. ¿Entendió la pregunta?

Benjamín Prado: “Porque no podría no hacerlo”. Ah, vaya.

Soledad Puértolas: “Cuando escribo estoy fuera de esa realidad (dolor, pérdida, tedio, monotonía)”. Para no aburrirse, en otras palabras.

Santiago Roncagliolo: “Porque no sé hacer nada más”. Sincero.

Fernando Royuela: “Escribo por perplejidad… porque me da la gana y me lo puedo permitir”. Dicho de otra manera, no sabe porqué escribe.

David Safier: “Es lo que me gusta y por eso escribo”. Pues sí, pero la pregunta era precisamente porqué le gusta escribir.

Jorge Semprún: “Tal vez para sobrevivir a la muerte”. Para trascender. Bueno, pasa.

Wole Soyinka: “Supongo que por el ser masoquista que llevo dentro de mí”. Escribir lo hace sufrir pero, otra vez, ¿Por qué escribe?

Antonio Trabucchi: “¿Escribimos porque tememos a la muerte?”. Responde con una pregunta y hay que responderle: No, no se escribe por eso. La pregunta sigue sin respuesta.

Andrés Trapiello: “Para responder sin afectación algún día esta pregunta”. O, dicho de otro modo: Por ahora no sabe.

Kirmen Uribe: “Sencillamente, porque disfruto mucho haciéndolo”. Bueno.

Mario Vargas Llosa: “Escribo porque aprendí a leer de niño y la lectura me produjo tanto placer… que mi vocación literaria fue como una transpiración, un desprendimiento de esa enorme felicidad que me daba la lectura”. Pasa.

Juan Gabriel Vázquez: “Escribo porque me irrita y me entristece el desorden del mundo”. Entonces, ¿lo hace para cambiarlo? O tal reacción refleja simplemente una personalidad irritable y depresiva?

Manuel Vicent: “Escribo porque es un trabajo que me gusta”. Sí, lo suponemos, pero ¿por qué le gusta?

Enrique Vila-Matas: Para “preguntarle (a un antepasado) porqué quiso ir más allá del nudo”. Totalmente esquizoide.

Juan Eduardo Zúñiga: “…extranjero es el autor de un libro que cojo y me aprendo su nombre: Miguel Zévaco”. ¿Quiso simplemente decir que admira al autor de los Pardaillán, o lo agarraron fumando?

Ninguno respondió, por ejemplo: Porque tengo algo qué decir, o: Lo que escribo es importante y merece ser leído por un sector amplio, o: He visto que lo que escribo le gusta a los demás y por eso lo hago.

Hay falta de coherencia, despiste, falta de imaginación, increíbles en los novelistas que respondieron la pregunta. Ni modo, así son.

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