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Tania Diez Peñaloza

tania@t10arquitectura.com

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El legado del virreinato

* Los siglos que nos contemplan

* La maravillosa historia de la Ciudad de México

Segunda parte

 

Después de dos años de batallas en los que fueron derrocados los últimos tres tlatoanis del imperio azteca, Moctezuma, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, Hernán Cortés estableció un sitio alrededor de la ciudad durante 75 días, cortándole el suministro de alimentos y del agua potable que venía desde Chapultepec a través del acueducto. Aliado con los pueblos indígenas enemigos de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521 logró tomar una ciudad cansada, hambrienta y azotada por las enfermedades que el Nuevo Mundo le estaba heredando.

Los indígenas, derrotados y esclavizados, fueron obligados a levantar la nueva ciudad con las mismas piedras de sus monumentos destruidos, de acuerdo a las ideas arquitectónicas que de Europa traían los conquistadores.

Se respetó la traza urbana original, conservando también el amplio espacio central que con el tiempo se convertiría en nuestro conocido Zócalo ó Plaza de la Constitución, en donde, al igual que antaño, se alojan las sedes de los poderes gubernamentales y religiosos.

La construcción de la Catedral Metropolitana dio inicio alrededor de 1530 y tomó más de 100 años. Aún después se le siguieron haciendo extensiones.

En la imagen podemos ver la superposición de edificios del recinto ceremonial de Tenochtitlan sobre la traza del Centro Histórico, de acuerdo a lo descubierto por el INAH en sus excavaciones hasta el momento.

El número 1 es el Templo Mayor, el cual está actualmente abierto a las visitas del público.

Los trabajos para reconstruir la recién nombrada capital de la Nueva España fueron intensos. Durante los siglos XVI y XVII se construyeron numerosas obras públicas y civiles. El error fue que se le dio al lugar trato de ciudad terrestre, cuando en realidad era una ciudad lacustre.

Debido a esto los españoles dudaban en asentar su nueva ciudad sobre la isla, pero Hernán Cortés insistió en que era el sitio adecuado. Las construcciones se empezaron a levantar con pesadas piedras, como era su tradición arquitectónica, y eso provocó muchos hundimientos. Pero la equivocación más grave fue el desprecio por el sistema de control de aguas que los indígenas habían desarrollado para prevenir las inundaciones.

Durante los ataques para conquistar la ciudad, y en un intento por hacer más ágil la circulación de los barcos que la sitiaron, derrumbaron gran parte de la Albarrada de Nezahualcóyotl, una barrera de madera y piedra de 16 km de largo por 15 m de ancho que controlaba eficazmente el nivel de las aguas del lago, evitando su desbordamiento si crecían y su desecamiento si el nivel bajaba drásticamente. Además dividía la vasta laguna en dos: “la del oriente, de aguas saladas, que siguió llamándose Lago de Texcoco y la occidental, cuyas aguas rodeaban a la metrópoli y se denominó Laguna de México, cuyas aguas se volvieron dulces”.

Tenochtitlan fue objeto de varias inundaciones, pero la de 1629 fue la más grave de que se tenga memoria en toda la historia de la Ciudad de México Cobró 30 mil vidas entre los indios y desalojó a cerca de 20 mil familias españolas. Llovió durante 36 horas ininterrumpidas. Los daños alcanzaron tales dimensiones que el entonces rey de España, Felipe IV, ordenó refundar la capital de la Nueva España en tierra firme, en las lomas que se formaban entre Tacuba y Tacubaya. Pero las autoridades virreinales se negaron con un argumento muy sólido: era diez veces más caro trasladar y reconstruir la ciudad que desecar el lago. Esto selló nuestro destino.

Aunque la recuperación se llevó años, los siglos XVII y XVIII fueron  muy prolíficos en cuanto a producción arquitectónica. Se hizo una gran producción de obra religiosa, ya que el objetivo principal era evangelizar a la cultura conquistada, convertirlos al catolicismo. Iglesias y conventos empezaron a darle forma al entorno urbano, acompañados de palacios, colegios, hospitales y edificios de gobierno, tomando como modelo la arquitectura barroca europea de la época, aunque debido al tiempo que tardaban en construirse, muchas obras presentan una combinación de diversos estilos arquitectónicos, lo que se llama Eclecticismo.

Todo lo que hoy conocemos como el Centro era el corazón de la ciudad (incluido Tlatelolco). Varios pueblos se desarrollaron como ciudades satélite: Mixhuca, Tacubaya, Coyoacán, San Angel, San Jerónimo, Tlalpan, Santo Domingo, La Villa, Xochimilco. No había buenos caminos de conexión entre ellos y desplazarse podía representar un viaje muy largo.

Como ejemplos de arquitectura de la época están, por supuesto, la Catedral, el Palacio Nacional, el Templo de Santo Domingo, el Colegio de San Ildefonso, la arcada del Acueducto de Salto del Agua (Chapultepec), y la Alameda central como muestra de la arquitectura de paisaje europea.

El siglo XVIII comenzó con la construcción de la Basílica de Guadalupe, y a lo largo del mismo se construyeron ó finalizaron grandes obras, como el Colegio de las Vizcaínas, la Academia de San Carlos y el Castillo de Chapultepec.

Los vastos recursos derivados de la exitosa explotación minera se aplicaron en los detalles ornamentales de la arquitectura, dándole a la ciudad un rostro de fastuosidad, opulencia y abundancia, que era reflejo de la sociedad derrochadora que gobernaba y que contrastaba con la miseria en la que vivían los menos privilegiados.

Los tres siglos de opresión fueron una válvula de tiempo que estalló en 1810, cuando, cansados de las condiciones en que vivían, los explotados se decidieron a cambiar la historia (continuará).

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