Poesías inolvidables |
Pequeño manual de poesía |
En el principio era el verbo…
El Verbo,
la Palabra, es un don al alcance del hombre, para ennoblecer su condición por
encima de todas las formas animadas. Y el hombre está obligado a utilizarlo de
la manera más depurada posible. Esto se hace más imperioso cuando se trata de
penetrar en los dominios de la palabra-arte.
Poesía:
I.- Géneros poéticos
II.- Estructura poética
III.- Vocabulario poético
IV.- Delta de cinco brazos (Introducción), por
Octavio Paz
La evolución de los géneros literarios hace difícil
cualquier clasificación; sin embargo, partiendo de las definiciones que se
dieron en el siglo XVII, época en la que el clasicismo pretendía distinguir y
catalogar las diferentes formas de la expresión literaria, se puede hacer una
distinción entre las categorías fundamentales en las que se encasille una obra
en verso o en prosa.
I.- Géneros poéticos principales:
1.- El lírico:
* La Oda.
* La
Elegía.
* El
Idilio.
2.- El épico:
* La
Epopeya.
3.- El Didáctico:
* La
Sátira.
* La
Fábula.
* La
Epístola.
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II.- Estructura Poética
Los versos pueden componerse desde dos hasta de
catorce o más sílabas.
De dos a ocho sílabas reciben el nombre de arte menor
y de ocho en adelante son conocidos como arte mayor. Sintetizando, podrían
clasificarse de la siguiente manera:
Arte menor
Dos sílabas................................
bisílabos.
Tres
sílabas............................... trisílabos.
Cuatro
sílabas........................... tetrasílabos.
Cinco
sílabas............................ pentasílabos.
Seis
sílabas............................... hexasílabos.
Siete
sílabas.............................. heptasílabos.
Ocho
sílabas............................. octosílabos.
Arte mayor
Nueve
sílabas............................ eneasílabos.
Diez
sílabas............................... decasílabos.
Once
sílabas.............................. endecasílabos.
Doce
sílabas.............................. dodecasílabos.
Catorce
sílabas.......................... alejandrinos.
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III.- Vocabulario poético
Llámase poesía u obra poética a las composiciones en
versos, en las que la fantasía del poeta procura presentar, de la forma más
bella posible y utilizando como medio de expresión la palabra, sus anhelos,
deseos e imágenes. Para Narciso Campillo, poesía es "la manifestación de
la belleza por medio del lenguaje".
En la poesía, como en la música, y no es de extrañar
ya que son dos artes que tienen bastantes puntos de contacto, se usa un
vocabulario común: acento, armonía, cadencia, censura, medida, melodía, pausa,
rima y ritmo son vocablos que veremos empleados tanto en términos musicales
como poéticos. Concretándonos a éstos últimos, el significado estricto con el
que son usados es el siguiente:
Acento es no sólo el que carga sobre la
sílaba correspondiente, sino también la fuerza mayor que imprimimos a una
sílaba en la frase y en la poesía. Como nota peculiar el verso español tiene el
acento grave y en los versos que por no serlo ya que su última palabra sea
aguda se les concede una sílaba más o bien se le disminuye si aquella palabra
fuerte fuera esdrújula.
Armonía es la acertada conjugación de
palabras que por sus sonidos y acentos producen un grato sonido a nuestros
oídos.
Cadencia, o Ritmo, es la distribución regular de sonidos, acentos y de pausas.
Censura es la pausa que se produce a
continuación del acento regulador del ritmo.
Medida es el número de sílabas que
forman un verso.
Melodía: se produce cuando al oído suenan
gratamente las palabras usadas en la composición poética.
Pausas son los silencios producidos por
los signos de puntuación empleados o bien por las lógicas necesidades de la
respiración.
Rima es la semejanza o igualdad de las
palabras terminales en el verso. Pueden ser perfectas cuando sean completamente
iguales, imperfectas cuando sólo tienen de igual las vocales, y disonantes
cuando nada poseen en común.
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IV.- Delta De Cinco Brazos
Delta de cinco brazos fue publicado por primera vez
en 1994 por Círculo de Lectores, con ocasión del ochenta aniversario de Octavio
Paz.
A continuación, la introducción del autor, donde
describe la diferencia entre un poema corto, uno mediano y uno extenso.
Delta De
Cinco Brazos/Introducción
Octavio Paz
Hace años,
en un ensayo dedicado al poema extenso, Contar y Cantar, intenté distinguir a
los poemas no por su forma o por su asunto -poemas épicos, líricos, elegíacos,
eróticos o sagrados- sino por su extensión: poemas largos, cortos y de
extensión mediana. El poema corto requiere máxima intensidad combinada con la
máxima brevedad; compuesto de tres o cuatro líneas, está más cerca de la
exclamación que del discurso. El poema corto no cuenta: canta; pero su canto se
apoya en un cuento, brota de una situación o de una historia. Situación
implícita, historia no dicha y, sin embargo, presente: amor, separación, duelo,
júbilo, encuentro, despedida, queja. En el poema corto no hay desarrollo; el
fin y el principio se confunden. En el poema de extensión mediana el comienzo
se distingue claramente del medio y ambos del fin. Es imposible confundir una
parte con otra pues cada una posee carácter propio; al mismo tiempo, ninguna es
autónoma ni separable de las otras: las partes no tienen existencia por sí
mismas, dependen del conjunto. En el poema extenso el canto vive en función del
cuento; quiero decir, depende de la historia o de la narración. La relación
entre las partes no desaparece pero se afloja; cada parte y cada capítulo
tienen vida independiente. Cierto,. para gozar plenamente de la lectura del
episodio de Nausicaa, en la Odisea, debemos tener presente la historia de
Ulises desde su salida de la isla de Calipso y aun desde antes. Pero un cosa es
tener presentes los episodios o sucesos anteriores y otra abarcar en una sola
lectura a un poema extenso. Es imposible leer la Iliada, la Divina comedia, o
el Paraíso perdido de una sentada.
En la Edad
Moderna el poema extenso experimentó un cambio radical. Los poetas simbolistas
aplicaron a los poemas largos la estética de los poemas breves y medios: la
extensión se redujo y la intensidad se redobló. La consecuencia fue la ruptura
de la continuidad o, más exactamente, su dispersión. Desde entonces, hace ya
más de un siglo, el poema extenso se trasformó. La extensión: las Soledades
tienen más de dos mil versos, The Waste Land apenas cuatrocientos treinta y
seis; la continuidad: el poema se convierte en una sucesión de momentos
intensos, unidos no tanto por la narración como por los silencios y los
blancos. No obstante, la unidad no se ha roto: el poema extenso moderno es un
todo. Y aquí conviene introducir otra distinción: con cierta frecuencia
aparecen composiciones que son series de poemas unidos por un tema común; sus autores
y nuestra distraída crítica llaman poemas extensos a esos conjuntos. No, un
poema largo no es una suite; es una forma orgánica en la que la diversidad de
los elementos se resuelve en la unidad de la obra. El poema largo no se define
únicamente por su extensión sino por el orden y la relación que guardan entre
ellas las distintas partes que lo componen. Es una verdadera composición:
transcurre y, simultáneamente, recurre; nace de un motivo inicial, se bifurca,
se enlaza a otros motivos y temas, cambia sin cesar y regresa a sí mismo. Su
desarrollo es lineal y sucesivo, simultáneo y sincrónico. La línea que lo
representa puede ser recta o sinuosa, en espiral o en zigzag. Pero la
comparación con las líneas es insuficiente: el poema extenso es cuerpo y volumen.
En uno de sus extremos colinda con la música y, en el otro, con la
arquitectura.
Desde mi
juventud he intentado, con varia fortuna, escribir poemas extensos modernos, es
decir, composiciones que alíen la intensidad con la extensión. El primero es de
1940: Entre la piedra y la flor; el último de 1987: Carta de creencia. En 1980,
la editorial Suhrkamp publicó Suche nach einer Mitte, cuatro poemas largos, muy
bien traducidos por el poeta Fritz Vogelgsang y acompañados por un luminoso
ensayo de Pere Gimferrer. Los cuatro poemas escogidos fueron Piedra de sol,
Blanco, Nocturno de San Ildefonso y Pasado en claro. Este año mi amigo Hans
Meinke, director del Círculo de Lectores, para celebrar mis ochenta años de
vida y mis sesenta y pico de escribir poesía, me propuso publicar esos cuatro
poemas en una nueva edición. Acepté encantado pero decidí aumentar a cinco el
número de poemas. El cinco me ha atraído siempre: es la suma del tres, la cifra
emblemática de nuestra civilización, y del dos, que simboliza la pareja
primordial. Para los antiguos mexicanos el universo era un cuadrado formado por
los cuatro puntos cardinales y con un punto, eje o sol, en el centro. El cinco
une la visión cosmológica de los indios americanos con la de los indoeuropeos.
Guiado por este simbolismo, escogí un poema más: Cartas de creencia. Es el más
reciente y puede ser visto como el centro o quinto sol del conjunto.
La palabra
que designa a la figura geométrica que forman los cuatro lados de un cuadrado y
el centro es quinconce. No es muy hermosa. Además, a pesar de su origen latino
(quincunx) y de ser usual en francés y en inglés, nuestros diccionarios la
reprueban como un galicismo. Deseché quinconce. En una noche de insomnio, en la
que vi a la poesía como un río de muchos afluentes, se me ocurrió un título:
Río de cinco brazos. Más tarde, al componer este libro, mi amigo Nicanor Vélez,
releyendo Blanco, encontró esta línea: <>. Al punto me escribió con una
sugerencia: el título debería ser Delta de cinco brazos. Sentí un choque
eléctrico del hallazgo. Pero dudé: delta no designa el río que, al desembocar,
se divide en varios brazos sino al territorio, generalmente hecho de aluviones,
que se forman entre los brazos; como su nombre lo indica, el dental es casi
siempre de forma triangular. Recordé que se llama <> a la corriente que
se separa de la principal y corre sola durante cierto espacio. ¿Qué hacer?
Cerré los ojos y leí sobre la cubierta de un libro, diseñado con maestría por
Norberto Denkel, unas líneas fluviales que dibujaban esta frase: Delta de cinco
brazos.
En los poemas largos el tiempo fluye y se hace visible mientras que en los cortos se anula. El poema corto tiende a ser intemporal; es un instante y, como todos los instantes, no tiene hora fija: pasa en cualquier tiempo. Y más: es de todos los tiempos. Por su misma brevedad, se confunde con la poesía anónima: apenas si tiene autor o, más bien, su autor es un yo sin nombre y desprovisto de señas personales: es una presencia pura ante un presente irrevocable. El poema corto a veces es un complemento del poema largo y otras es un reproche; en ambos casos, es un descanso, un respiro. A la maneta de epígrafes y epílogos, escogí diez poemas cortos, dos para cada uno de los cinco largos, uno para el principio y otro al fin. Introitos, inscripciones grabadas en un pórtico, señales de entrada y salida; asimismo, correctivos y antídotos ante la prolijidad de los poemas extensos. y sobre todo: diminutos fuegos vagabundos. Lo que queda, si algo queda, de nuestros trabajos. |